Rachel colgó la llamada y dejó que el teléfono le cayera sobre el regazo.
Se quedó mirando por la ventana con la mirada perdida; el sol estival entraba por los bordes de la persiana. Suspiró hondo. Luego se bajó el antifaz, se tumbó de costado y se volvió a dormir.
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soy un gay imposible de amar y a quien el físico le está empezando a fallar.
Matadme.
No obstante, aún queda un rayo de esperanza en el futuro
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; un hombre del que llevo enamorado desde que ambos éramos unos críos en la casa de los horrores en la que crecimos. Un hombre que ahora cuenta cuarenta y tres años, lleva una barba bastante desaliñada y unas marcadas líneas de expresión. Un hombre que trabaja de guardabosques en Botsuana. Un hombre que es —giro de la trama— el hijo del estafador que me destrozó la infancia. Y también —segundo giro de la trama— el padre de mi sobrina Libby. Sí, Phineas dejó embarazada a Lucy cuando él tenía dieciséis años y ella trece, asunto que está mal en muchos niveles.
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Una parte enorme, casi todo mi ser. Literalmente —y lo digo de verdad— he pensado en él cada hora, al menos una vez, desde los dieciséis años. ¿Cómo no voy a querer ir a verlo ahora; es más, ahora mismo