Lo que quiero decir es que no hay una generalidad de violencias bajo el nombre del pomposo y protocolario bullying, sino una especificidad piramidal y concreta que recae una vez más en la misoginia, el machismo, el desprecio a la feminidad, el ser mujer o en la idea de no ser un verdadero hombre. No se trata entonces de agredir por agredir, sino
que lleva implícito un premio o un castigo, vía los agentes sociales que finalmente somos todas y cada una de las personas en este reforzamiento patriarcal, cultural y hegemónico colonial, que tiene que ver con la reproducción social del género.