Frida Cartas

  • Shizuma Liconaцитируетв прошлом году
    El mismo joven llamó a otro joven, y ese otro joven llamó a otra joven, se formó un grupo para saber en qué fila ponerme (adultos siendo estúpidos con las infancias, qué novedad).
  • Kary Lorenzoцитирует9 месяцев назад
    Con el tiempo, esto que tanto critican en las revoluciones del género y los feminismos, para mí se volvió una forma de apapachar a las personas que quiero y están cerca. Limpiar puede ser relajante ante el estrés. Y a mí me gusta, desde entonces, ser ama (y dueña) de casa. Porque, como dijera Pita Amor: “Yo soy mi casa”.
  • Luhanaцитирует9 месяцев назад
    Así que sí, las mujeres, todas las mujeres, parimos y damos vida… porque somos vida.
  • Yeni Rueda Lópezцитирует8 месяцев назад
    lámina negra, de esa que olía mucho a petróleo y no era fácil de romper
  • Yeni Rueda Lópezцитирует8 месяцев назад
    Su sola mirada era suficiente para sabernos regañadas e intimidadas. Y sus gritos lo complementaban.
  • Yeni Rueda Lópezцитирует8 месяцев назад
    No imaginé que su vida acabaría sin que me viera ni siquiera de lejos en esta nueva apariencia visiblemente trans, que no notaría el cambio en mi sonrisa, el brillo en mis ojos, ni que no se daría cuenta de que mi seguridad y estima habían sanado siendo ahora Frida, su hija. La hija que, al fin, pudo habitarse por completo a sí misma.
  • Mayeцитируетвчера
    Dentro del contexto mexicano, en años recientes comenzó a llamarse bullying a las violencias contra niños y niñas en los espacios escolares, cayendo una vez más en la generalización al nombrar y visibilizar las violencias. Si analizamos en concreto esta modalidad llamada bullying, de fondo y forma no es otra cosa que violencia de género, de esa que castiga, minimiza o ridiculiza lo femenino, puesto que los niños que han presentado agresiones psicológicas, verbales y físicas son aquellos que no cumplen el mandato cultural y social de lo que “debe ser” un hombre. Por ejemplo: los niños no masculinos (femeninos o introvertidos) u otras identidades que atraviesan la categoría de género, como la etnia (alumnos provenientes de comunidades indígenas), la clase (vulnerabilidad económica, marginación), la religión (testigos de Jehová, etc.), los niños gordos que no son Ken, entre otros.

    En el caso de las niñas, las violentadas son quienes no representan el ideal de belleza (las no “estéticas”, no rubias, no blancas), no femeninas (masculinizadas, extrovertidas), y también las relacionadas con una etnia, clase y religión, o las niñas un poco gordas que no son muñecas.

    De modo que no cumplir estos mandatos de género es, de fondo y forma, un castigo social a las ideas culturales del “ser hombre” y “ser mujer”, atravesadas por las intersecciones
    correspondientes, que se potencian y hacen presentes en el aula escolar, porque es ahí donde converge a manera de espacio público y político la población infantil.

    En ese sentido, no se violenta al niño conquistador, masculino, rudo, rico, blanco, güerito; ni a la niña guapa, rubia, con ojos de color, delgada y princesa. Por el contrario, ellos son los y las populares. Son quienes encantan y fascinan en el statu quo educador, y que a su vez representan “la buena crianza” de las familias; la excelencia por antonomasia de la nor(mal)idad. Porque son niños bien y se ven bien.
  • Mayeцитируетвчера
    Lo que quiero decir es que no hay una generalidad de violencias bajo el nombre del pomposo y protocolario bullying, sino una especificidad piramidal y concreta que recae una vez más en la misoginia, el machismo, el desprecio a la feminidad, el ser mujer o en la idea de no ser un verdadero hombre. No se trata entonces de agredir por agredir, sino
    que lleva implícito un premio o un castigo, vía los agentes sociales que finalmente somos todas y cada una de las personas en este reforzamiento patriarcal, cultural y hegemónico colonial, que tiene que ver con la reproducción social del género.
  • Mayeцитируетвчера
    Basta echar un vistazo en las notas periodísticas sobre los afamados casos de bullying que se precian de serlo: no hay más que vil violencia de género, real y clara, concreta y latente. Y los agentes sociales que la ejercen son otros niños, otras niñas, son los y las docentes, son los trabajadores de las escuelas (que además esconden otras violencias como violaciones y abusos sexuales, relacionados con el sexo y los genitales, pero ese es otro tema).

    Parece entonces que bajo el rimbombante mote de bullying, que ha marcado la pauta de quienes dicen estar muy preocupados por la violencia infantil, y hasta indignados por los derechos humanos de niñas y niños, hemos vuelto a equiparar que la violencia es la misma y es igual para todas y todos, cuando las circunstancias y las realidades, si las analizamos con detenimiento y más atención, conllevan una problemática estructural que no hemos podido frenar, y mucho menos resolver en lo particular.
  • Mayeцитируетвчера
    Comenzar por llamar a las cosas por su nombre y señalarlas como son, desde su raíz, puede ser un gran paso y una excelente detonación antipatriarcal contra la violencia de género en las escuelas, espacios y aulas de niños y niñas (que también son ciudadanía, actores políticos y sujetos de derechos). Hay que reconocer que estas violencias no son bullying sino machismo, misoginia y un profundo desprecio social por quienes no llenan los estándares
    y mandatos de género, tan enfermos, dañinos, asfixiantes y corrosivos. Yo soy una sobreviviente de toda esta basura escolar.
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