En vez de estar asistiendo a la aparición de formas corporativas alternativas, hoy presenciamos el discreto regreso del estilo de “gestión científica” a lo Frederick Winslow Taylor, sólo que con un mucho más intenso escrutinio científico de los cuerpos, los movimientos y los rendimientos personales. La línea del frente en la evaluación del rendimiento del trabajador se ha trasladado a los dispositivos que monitorizan el cuerpo, el pulso cardíaco y facilitan los datos de salud en tiempo real, para el análisis de los riesgos de estrés. Por extraño que resulte, el concepto de lo que es un “buen” trabajador ha trazado un círculo completo que lo ha llevado de vuelta a 1870, pasando por los estudios iniciales sobre la fatiga ergonómica, a través de la psicología, la medicina psicosomática, hasta regresar al cuerpo otra vez. Es posible que el culto empresarial a la optimización sencillamente necesite algo tangible a lo que aferrarse.