En esta primera década del siglo XX, una gran parte de los judíos de Palestina todavía convivían con razonable comodidad con los musulmanes y cristianos que habitaban en las ciudades, además de ser culturalmente bastante similares a ellos. En su mayoría eran ultraortodoxos y no sionistas, mizrajíes (orientales) o sefardíes (descendientes de los judíos expulsados de España), urbanitas de origen mediterráneo o proximooriental que con frecuencia hablaban árabe o turco, aunque solo fuera como segunda o tercera lengua. Pese a las marcadas diferencias religiosas existentes entre ellos y sus vecinos, no eran foráneos, ni europeos ni colonos: eran (así se veían a sí mismos, y así los veían los demás) simplemente judíos que formaban parte de una sociedad autóctona de mayoría musulmana