Creemos vivir cuando en realidad lo único que hacemos es sobrevivir. Sobrevivimos a las flores, a los animales domésticos, a nuestros padres. Nos sobrevivimos a nosotros mismos, pues algunas partes de nuestro cuerpo y, andando el tiempo, de nuestros proyectos y recuerdos nos van abandonando a lo largo del camino. Aun así, a eso lo llamamos vivir.