Hoy estuve con uno de los encargados y representante de los trabajadores que tenemos en las fábricas. Este mes ni siquiera le hemos podido pagar, ni a él ni a ninguno, y lo único que hacía era darme ánimos y transmitirme el calor de los demás. —Se pone de pie—. Darme ánimos a mí cuando sé que su mujer, que también trabajó para nosotros, lleva dos años postrada en una cama por culpa de la esclerosis y todos sabemos cuál será su final. ¿Cómo voy a dejarlos en la calle, Valeria? —me dice como si necesitase disculparse por no poder estar conmigo. Cubre su cara—. Debo hacer lo que sea para evitarlo.