Y entonces los brazos de Kell se ceñían alrededor de ella y en ese pequeño gesto, ella entendió, lo sintió hasta en los huesos, ese magnetismo, no el pulso eléctrico del poder, sino la cosa debajo de este, el peso que nunca había entendido. En un mundo donde todo se mecía y tambaleaba y caía, esto era tierra firme.
Estar a salvo.