Dice John Cheever en Falconer: “Me acuerdo de cuando nos conocimos, y estoy todavía hoy y estaré siempre asombrado ante la perspicacia con la que un hombre puede, con una mirada, juzgar el alcance y la belleza de la memoria de una mujer, su gusto en color, comida, clima y lenguaje, la dimensión clínica precisa de sus vísceras, cráneo y tracto reproductivo, la condición de sus dientes, pelo, piel, uñas de los pies, vista y sus bronquios, que él puede, en un segundo, exaltarse ante el diagnóstico del amor, aprovechar el hecho de que ella está hecha para él o de que están hechos el uno para el otro”