La representación de la mujer en el discurso literario será siempre muy ambigua y clasista. Enaltecida y adorada, parangón de todas las virtudes, trepada en el pedestal, la virgen y la madre recibirán los dones del espíritu, la maternidad se volverá en este siglo no ya un destino, como lo había sido hasta entonces, sino un deber santo y patriótico. Pero cuidado, mientras más alto se sube a la mujer, más fuerte puede ser la caída.