Pero en todas mis idas y venidas me habían cuidado, escuchado, acompañado, mimado, fueran padres o novios: en esencia, había vivido la vida de una niña. No era sólo que mi identidad se hubiera construido por entero a partir de mis relaciones con otras personas, sino que mis relaciones eran mi identidad. Mis relaciones ocupaban el espacio que debería ser mío.