Al contrario, siente que la dificultad no está en los medios que el filósofo elige para alcanzar sus fines, sino en los fines mismos. Piensa que toda la concepción de «felicidad» e «infelicidad» es ambigua desde el principio porque se halla situada en el mundo de los objetos. Esto no es menos cierto de otros conceptos más refinados, como virtud, justicia, etc. De hecho, es especialmente verdadero de «bien y mal» o «recto y errado». Desde el momento en que los tratamos como «objetos que alcanzar», estos valores conducen al engaño y la alienación. Por lo tanto, Chuang Tzu está de acuerdo con la paradoja de Lao Tzu, «Cuando todo el mundo reconoce lo bueno como bueno, lo bueno se vuelve malo»4, porque se convierte en algo que no se tiene y se debe perseguir continuamente hasta que, en efecto, resulta inalcanzable.