Nuestra familia, si es tóxica, nos crea una falsa percepción de nosotros mismos. Crecemos sin ver la realidad de manera objetiva. El Yo artificial rechaza cualquier cambio. Cada vez que deseamos pecar, nuestra memoria arcaica nos hace temer que, si nos descubren y castigan expulsándonos del clan hacia el feroz exterior, las bestias salvajes o las tribus enemigas nos devorarán