Aiden Thomas

No me llores,

porque si lloras yo peno,

en cambio, si tú me cantas,

yo siempre vivo y nunca muero.

«La Martiniana», canción popular mexicana

–Lo haré –respondió, pasó una mano por su cabello mientras abría la puerta y se subía a su camioneta.

–¡Y será mejor que te comas esto y me cuentes si está bueno! –ordenó mientras le daba el recipiente con el cupcake sin tocar–. ¡Ah! ¡Casi lo olvido! –Hundió la mano en su mochila y sacó un regalo rectangular envuelto torpemente en papel azul marino brillante–. ¡Ábrelo! ¡Ábrelo!

Wendy no pudo evitar reírse ante la emoción de Jordan y sus pequeños saltos. Arrancó el papel de regalo y encontró un cuaderno de dibujo.

Eso es lo que sucede cuando creces… olvidas la magia que presenciaste.

¿Priorizar la felicidad de todos los demás o causarles alegría a otros incluso si eso significaba sufrimiento para él?

–Creí que no le temías a nada –Wendy se oyó decir. Se sentía mareada y sin aire.

–Estoy aterrizando –dijo en voz baja. Sus ojos llenos de estrellas se aferraron a los de ella y Wendy no pudo desviar la mirada. No quería.

–¿De qué? –preguntó Wendy.

–De perderte.

Eres tú, Wendy, quien ha puesto al gran Peter Pan de rodillas.

Quiero que vivas, Wendy, no solo que sobrevivas.

Dio un paso hacia atrás rápidamente y pasó sus manos por su cabello corto y recto

No quedó perfecto, pero sabes que soy pésima cocinera

Pero mi padre se comió tres y no apareció en la sala de emergencias