creciente satisfacción por las formas más naturales de adorno y el correspondiente rechazo a lo burdamente artificial parece implicar que los seres humanos, a medida que avanzan culturalmente, son más aptos, en general, para aceptar el cuerpo tal como es, están más inclinados a encontrar belleza en su forma natural y menos predispuestos a encontrar agradables sus distorsiones o modificaciones violentas