. El punto de partida es reconocer que no sabemos dónde estamos ni a dónde vamos. Este punto de partida ya es algo, ya emite un timidísimo, sumamente débil, apenas perceptible, haz de luz; timidísima, sumamente débil, apenas perceptible, pero luz al fin y al cabo. Lo fiaremos todo a esa tenue luz, a ver si acaso, tras recorrer el camino, podemos reencontrar algo así como una gracia perdida. ¿Cómo nos orientaremos en este laberinto?