El arquetipo de los trabajadores forzados es Sísifo, un pecador de la mitología griega, que está obligado a empujar una enorme roca cuesta arriba para expiar su culpa. Apenas llega a la cima, la roca rueda cuesta abajo con estrépito, y la faena infernal vuelve a comenzar una y otra vez, para siempre jamás. El filósofo Albert Camus interpretó este mito: «En la actualidad, el trabajador trabaja toda su vida en iguales condiciones, y su destino es igualmente absurdo». En efecto, ¿acaso cada jornada laboral no es una montaña de Sísifo: una montaña de piedras, de expedientes o de platos sucios? ¿Y toda persona medianamente sensata no debería suicidarse en vista de la falta de sentido de semejante vida?
Camus dice que no. Para él, Sísifo es el «héroe del absurdo», que supera su castigo aceptándolo y fundiéndose con él: «Un rostro que se afana tan cerca de la piedra se vuelve piedra también. Veo que este hombre desciende, con pasos torpes pero regulares, a la tortura cuyo final desconoce. (…) Es más fuerte que su roca (…). La lucha contra la cima puede llenar el corazón de un hombre. Debemos imaginarnos a Sísifo como una persona feliz».