La memoria, para Sonnabend, era una ilusión. Olvidar, no recordar, era el inevitable desenlace de toda experiencia. Desde esta perspectiva, como él explicaba en la introducción de su recia obra maestra: «Nosotros, todos los norteamericanos, condenados a vivir en un presente eternamente fugaz, hemos creado la más elaborada de las construcciones humanas, la memoria para amortiguar el dolor intolerable que nos produce el ser conscientes del irreversible paso del tiempo y de la imposibilidad de recuperar sus momentos y hechos»