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José Antonio Marina

  • Gloria De la Cruzцитируетв прошлом году
    «los esfuerzos cognitivos y conductuales que se desarrollan para manejar demandas externas o internas que el sujeto evalúa como superiores a sus propios recursos».
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    Los políticos han utilizado con frecuencia el miedo para unificar y enardecer a una nación. El miedo y el odio son rápidos cementos. Las conspiraciones, los enemigos poderosos, las amenazas reales o ficticias unen mucho. Hay, además, una conocida ley sociológica según la cual cuando una sociedad siente miedo, aspira a tener un brazo fuerte que la salve, y está dispuesta a cambiar libertad por seguridad. Eleanor Roosevelt contaba la penosa impresión que le produjo el hecho de que durante el discurso de investidura de su marido como presidente de los Estados Unidos, la multitud aplaudiera fervorosamente cuando dijo que si la situación lo requería estaría dispuesto a solicitar poderes extraordinarios. Aquello revelaba que el miedo facilita la tentación totalitaria y que inducir el miedo facilita el ejercicio del poder político.
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    El miedo es un modo de percibir el mundo. Surge de la interacción de un polo subjetivo –el sujeto que lo siente– y un polo objetivo –lo que el sujeto percibe como amenazador–. Las dosis de estos ingredientes cambian. Hay casos de miedos absolutamente subjetivos, sin causa exterior. La angustia, por ejemplo. Franz Kafka, conmovedor maestro en miedos que me acompaña en este libro, lo dijo con precisión en una carta a Robert Klopstock: «No nos ahogamos por falta de oxígeno, sino por falta de capacidad en los pulmones.»
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    Jardiel Poncela dijo que la medicina es el arte de acompañar al enfermo hasta la tumba consolándole con palabras griegas. Nunca sería más adecuada la definición que en el caso de las fobias, donde ha habido una furia inventora de términos, todos con el afijo «fobos». El repertorio es enorme y variado. La más grave es la agorafobia, el miedo a los espacios abiertos o a las reuniones de gentes. La claustrofobia, que es el miedo a estar en locales cerrados, ascensores, aviones, teatros.
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    La inteligencia funciona comparando, decían los filósofos antiguos. Al evaluar algo lo comparamos con un criterio de valores, con una imagen ideal, y de esa confrontación va a salir la aceptación o el desprecio. Hay personas que se sienten estigmatizadas o incapaces de ser queridas o apreciadas por los demás, y como temen más la posibilidad de corroborar la justificación de esos sentimientos que el sentimiento en sí, rehúyen todo enfrentamiento con la realidad.
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    Como dijo Nietzsche: «Tiene valor quien conoce el temor pero lo domina; quien ve el abismo, mas con orgullo; quien ve el abismo, mas con ojos de águila; quien con garras de águila se aferra al abismo: ése tiene valor.»
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    El desidioso, el que tiene muchos deseos, acaba en la indolencia. «Ceder a todos los deseos del niño –escribe–, no molestar, no contrariarle, equivale a destruirle sistemáticamente, a hacerle incomprensible su propio deseo.»
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    Los deberes que afectan a la valentía tienen que ver con el proyecto de vivir con dignidad, es decir, libre y justamente. Quien no acepte ese proyecto, no está obligado a nada, pero debe saber lo que esa negativa supone: la vuelta a la selva, a la lucha feroz por la supervivencia, a la soledad, a la violencia ejercida por el más fuerte, al horror.
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    Tenía razón Blondel al decir que el sutil invento de la libertad se basaba en pesados mecanismos deterministas, mecanismos que en parte han de ser aprendidos. Cuando no se impone al niño ningún deber, no se lo está haciendo más libre, se lo está haciendo más voluble, más caprichoso, más servil.
  • Adal Cortezцитируетв прошлом году
    ¡Pensar es tan sencillo y actuar tan complicado! Abandono, pues, el apacible refugio de la escritura y me voy a entrenar con el resto de los bailarines. Espero que cuando el cansancio o los miedos o las llamadas de la facilidad aparezcan, tendré ya los recursos suficientes para no olvidarme del gran proyecto. Mientras tanto, me animaré a mí mismo recitando un poema de Yeats, que nos habla de un sueño:
    ¡Oh cuerpo curvado por la música,
    oh, mirada iluminada!
    ¿Cómo podríamos distinguir
    el danzante de la danza?
    En esa unificación debe consistir el Paraíso.
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