Y esas criaturas de los bosques, cuyo origen es el Demonio (¿acaso no es el Demonio en persona el Archilupus o el Gran Lobo?) y que siempre han sido instrumentos de brujería, ya no se conformaban con habitar en las espesuras de Kõpu y Ristra, donde desde tiempos antiguos se hallaba su morada, sino que en manada formaban su guarida en la maraña de abetos de Kõrgessaare y en las islas cenagosas en el corazón de Hiiumaa. Allí las hembras alumbraban a sus cachorros y, cuando llegaba el otoño, los jóvenes lobeznos ya estaban crecidos para deambular con sus padres por la isla.
Y así ellos y su raza se convirtieron en un duro azote para toda la isla de Hiiumaa, especialmente cuando, llevados por su voracidad, despedazaban más de lo que podían devorar, conforme manda su naturaleza lupina