Ese Mundial lo íbamos a ganar, íbamos por fin a triunfar sobre el trauma de la historia nacional, íbamos a ser capaces de responder con eficacia al reto del ambiente cósmico en que se encuentra inmerso el hombre, es decir: le íbamos a ganar a Brasil en la final, aplicando nuestra mentalidad teológico-paradójico-dramática, usando nuestra mentalidad poética, flexible y mística. Y sería la ocasión perfecta de rebelarse y dialogar con la divinidad, la patria, los amigos y nuestras mamás. Íbamos a silbar, a gritar, a cantar, a arrojar petardos, a descargar la pistola en el aire. A descargar nuestra alma.