La discapacidad, cuando se hace visible, tiende a atraer miradas y comentarios, a operar sobre los discursos y a desatar emociones. En esas circunstancias, la tranquilidad con la que cualquier individuo puede disfrutar de sus movimientos y del desarrollo de su vida cotidiana se muestra como un honor, como un certificado de buen cumplimiento, en contraste con la persona que sufre una discapacidad visible, que no puede salir de su casa sin convertirse en el centro de atención.