Fue Hugh Walpole quien me hizo empezar a escribir novelas. Un día iba leyendo un libro suyo en un tren de Nueva York a Washington. Cuando llevaba leídas unas cien páginas, me dije que si ese hombre era escritor, yo también podía serlo. Sus libros me parecían infames. Logró, ante todo, que lo insustancial pareciese importante, pero fue un autor muy leído. El caso es que me mantuve en mis trece, y terminé mi primera novela.