La torta era casera, como me gusta, estaba hecha de biscochos que mi madre había preparado en casa y estaba rellena de manjar, mermelada y merengue. Pero ese día la torta no sabía tan exquisita como de costumbre, más bien me costó comerla ya que en mi garganta había un sabor amargo y en mi corazón una triste emoción, aunque estaba acompañada de mis más queridos, aun así me sentía muy sola.
Tomé un chal de lana que había hecho mi abuela