—Un pelotón de fusilamiento. Stalin lo habría arreglado enseguida, no habría hecho falta ni investigar —asegura mi tío, que ha dejado de espiar a las muchachas y está sentado en una roca, frotando los cristales de los prismáticos con la manga de la camisa—. Antes te fusilaban por mucho menos que eso.
—Por llegar dos minutos tarde a trabajar te metían en la cárcel —recuerda mi madre—. Te dormías, no oías el despertador y al cabo de un rato los escuchabas aporrear tu puerta en plena noche. Yo he visto a gente desaparecer por no oír el despertador. Entonces sí había orden