Pablo Álvarez Ellacuria

Цитаты

Dianela Villicaña Denaцитируетв прошлом месяце
También sucedía a menudo que me dejaban media docena de huevos o una libra de mantequilla en el coche cuando estaba a punto de irme. Era la hospitalidad habitual del valle y sabía que seguramente hacían lo mismo con cualquier otro visitante, pero a mí me demostraba que bajo la adusta apariencia de aquella gente latía un corazón amable, y pensar en ello me reconfortaba.
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Me soltó el sermón sonriendo serenamente, dándome palmaditas en el hombro como un psiquiatra que intentase apaciguar a un paciente violento.
No muchos días más tarde, estaba escribiendo una etiqueta para un tarro de pomada vesicante cuando Siegfried entró en la sala como una exhalación. Debió de abrir la puerta de una patada, porque rebotó de mala manera contra el tope de goma y de vuelta poco faltó para que le diese en la cara. Se abalanzó a la carrera hasta donde estaba sentado y empezó a aporrear el escritorio. Venía acalorado y con la mirada desencajada.
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Dígame, ¿dónde tienen la caja del efectivo?
—Bueno, el dinero solemos meterlo ahí, ¿sabe? —Siegfried señalaba la jarra de peltre sobre la repisa de la chimenea—. Caja, lo que se dice caja de dinero no tenemos, pero con eso ya nos apañamos.
La señora Harbottle miró la jarra horrorizada.
—Que se limitan a meter... —Cheques y billetes varios rebosaban de la jarra; otros muchos habían caído a la chimenea—. ¿Me está diciendo que cuando se van dejan el dinero ahí todos
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