Suzanne McConnell

un tema que te importe a ti y que en tu corazón sientas que debería importarles también a los demás

“Encuentra un tema que te importe”.

Encuentra un tema que te importe y que en tu corazón sientas que debería importarle también a los demás [énfasis añadido]. Esta preocupación genuina —y no cómo juegues con el lenguaje— será el elemento más convincente y seductor de tu estilo.

ocurriendo, los únicos tan locos como para saber que la vida es un viaje interestelar y no corto, por cierto, sino uno que durará cientos de miles de millones de años. Ustedes son los únicos que tienen las agallas para de verdad preocuparse por el futuro, los que de verdad se dan cuenta de lo que nos hacen las máquinas, lo que nos hacen las guerras, lo que nos hacen las ciudades, lo que nos hacen las grandes ideas y las simples, lo que nos hacen los tremendos malentendidos, errores, accidentes y catástrofes. Ustedes son los únicos tan chiflados como para desesperarse pensando en el tiempo y en las distancias sin límite, en los misterios que nunca morirán,

Encoge el alma. Es una mierda. No es generosa. Invita a rehuir responsabilidades, a mirar de reojo en vez de seguir con la vista fija en el objetivo principal. Asume que se conoce el estado del alma y el destino de otra persona. Niega el de uno mismo.

Todo el mundo la experimenta.

Puede que nunca consigamos disuadir a los líderes de nuestra nación o de cualquier otra nación para que no respondan vengándose, con violencia, a cada insulto o injuria. […] Pero en nuestra vida personal, en nuestra vida interior, por lo menos, podemos aprender a vivir sin la excitación enfermiza, sin la adrenalina de tener cuentas que saldar con esa persona en particular o con ese grupo de personas o con esa institución o raza o nación en particular. Y entonces podremos razonablemente pedir perdón por nuestras ofensas, ya que perdonamos a los que nos ofenden

A mi amigo Vance Bourjaily se le ha ocurrido algo que tiene sentido. Quiere construir una máquina de escribir gigante, cada tecla del tamaño de un plato, y quiere montar estas teclas en la pared de su estudio. Cada mañana se levantaría, desayunaría un tazón de cereales y, vestido con un chándal y guantes de boxeo, se pasaría la mañana dándoles puñetazos a las teclas. Perdería peso, le circularía bien la sangre y podría almorzar un plato grande y sentirse en forma. Me propuso esto como un chiste, pero a él no le pareció muy gracioso y no me lo parece a mí tampoco. Creo que uno de los dos terminará construyendo este aparato

La biblioteca está llena de historias de hipotéticos triunfos, lo que me hace desconfiar. Es engañoso que la gente lea sobre grandes éxitos, ya que incluso para las clases media y alta, según mi experiencia, el fracaso está a la orden del día. Es injusto, sobre todo con los jóvenes, dejarlos desprevenidos por completo ante meteduras de pata monstruosas y roles protagónicos en comedias de Keystone Kop y otras cosas mucho peores.

Como la mayoría de los escritores, tengo en mi casa el principio de muchos libros que no se dejaron escribir. […] [Uno] se iba a llamar SS Psychiatrist [El psiquiatra de las SS]. Se trataba de un médico al que habían psicoanalizado y al que después asignaron Auschwitz. Su trabajo era tratar la depresión de los miembros del personal a los que no les gustaba lo que estaban haciendo allí. […]

Mi punto era, y quizá pueda plantearlo hoy sin tener que terminar ese libro, que los trabajadores en el campo de la salud mental, en varios momentos y en distintos lugares del mundo, deben encontrarse a menudo con que les piden que hagan más felices a personas sanas en culturas y sociedades que se han vuelto locas.

Estoy convencido de que entre nosotros hay gente que está de forma trágica enganchada a los preparativos para la guerra.

[…] Si la civilización occidental fuera una persona, la estaríamos dirigiendo a la reunión más cercana de Preparadores de Guerra Anónimos.