Ya no tenemos palabras,
ni se anima
el cansado gesto de la mano
tantas veces repetido.
Sólo espero que un improviso viento
hinche tu vela de repente,
y tú esperas, quizás,
que yo me vuelva hacia atrás
y que me pierda
por el camino que se aleja.
Pero nos quedamos los dos,
muda pareja inmóvil
sorprendida.
En la hora de la despedida
por una extraña condena:
viajeros fantasmas
que se dicen adiós
eternamente.