como es arriba es abajo”; “una mente centrada y decidida tiene la fuerza para cambiar la realidad”; “querer, osar, callar”, eran las enseñanzas. Por muchos años desapareció el libro de mi vista e interés y un día cualquiera lo encontré y se dejó leer sin problema: hablábamos ya el mismo idioma.
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Desde niño sentí una gran atracción por lo espiritual: era algo que me arrobaba, me cautivaba, el ritual de la iglesia me producía emociones y sentimientos asombrosos y el canto gregoriano, algo indescriptible, electrizante. El Tantum Ergoque se cantaba después de la bendición con el Santísimo, aún hoy me conmueve. Las letanías rítmicas, felizmente interminables, cantadas por el padre Manuel y coreadas por toda la iglesia, me eran fascinantes. El altar iluminado con cirios gigantescos, los floreros descomunales con azucenas