Fue antes del alba.
Por eso, sin remordimientos, pude escribir:
que no aparezca la palabra muerte,
que no brille la palabra fantasma,
que no se pudra la palabra retorno
a tres kilómetros de la palabra cuaderno
y que mi madre, ya sin su máquina de coser,
hable sin parar con esa boca
llena de hilos y de alas donde anidan
las jaulas del amor.