la sombra de la tierra”1, esto es, en el mundo de los sueños, debemos concluir que la filosofía se ha ocupado poco y nada, en comparación con los esfuerzos dedicados a la vigilia, de uno de los más grandes misterios que atraviesan la precaria existencia de Homo. ¿Qué ocurriría si, contrariamente al gesto cartesiano, los sueños encerraran una clave fundamental para comprender la verdadera naturaleza de la llamada ontología? ¿Puede la metafísica resistir la prueba de pasar por la criba de una oneirocrítica especulativa?