Por ahora, debemos subrayar que el espectro se sitúa, precisamente, en el espacio donde la vida ya no es supervivencia y la muerte deja de ser aniquilamiento. El espectro no es, de ningún modo, ni más que vida ni más que muerte. Se instala, desde el comienzo, en un lugar que se sitúa más allá de la oposición. Esto no quita que la costumbre civilizatoria haya insistido en localizar al espectro únicamente en el mundo de los muertos.