Le he dado mi apellido, ¿no es cierto? —El duque se estiró una de las mangas de la levita—. Estás loca si piensas que eso es factible. Le he presentado a vuestro padre a todos los inversores de la nobleza. Prospera gracias a mi buena voluntad. Y sí, me gasto el dinero con placer —escupió—, porque ser pescado por la puta de tu hermana me ha convertido en un hazmerreír.