Pero no sólo de virus, bacterias y epidemias vive el contagio: allí están, por ejemplo, los bostezos, las risas, los hábitos, hasta el malhumor. Y, según alguna investigación reciente, hasta la inspiración puede ser contagiosa.1 Sí: cuando un poeta se siente inspirado al escribir, hay más probabilidades de que inspire a sus lectores y les produzca sensaciones de admiración y maravilla (aun sin conocerlos).