Richard Zela

Estabas desmayada.
Tus ojos cerrados para el mundo.
El mundo, cerrado para ti.

niña necesita un nombre
para no morir; un nombre como tabla de salvación.
Porque la vida es un peligroso río.

por fin abriste los ojos. Tus ojos pequeños,
en los que no cabía el asombro. Naciste por segunda vez,

y la encontraríamos algún día, dentro de ti
o fuera de ti

Porque los adultos también tenemos nuestros monstruos,
y de vez en cuando los pelos se nos ponen de punta;
por eso nos peinamos con exceso de fijador,
para que el miedo no se note; para que al día siguiente
podamos seguir siendo papás.

¿Y si el mundo se acaba mañana?

fin habíamos encontrado a un profesional honesto,
¡y qué lástima!, no íbamos a necesitarlo nunca más.

Permaneciste muchas horas ensimismada, entimismada;
sin hablar, como antes lo hacías; sin hablar con mamá
para contarle tus divertidas ideas, ni cantar a cada rato.
Empezaste a bajar la vista. Empezaste a usar un grueso
abrigo que no querías quitarte, por más que hiciera calor;
un caparazón para la vida, una coraza contra los demás

juro que busqué la manera de romper el hechizo
en el que caíste. No supe cómo lograrlo y lamenté,
en verdad lamenté, no haberlo sabido hacer.

Pero el destino nos mostró que la peor pesadilla
no se sueña: se vive a plena luz del día, bajo los rayos
de un sol esplendoroso, que penetran por una ventana,