Recibí un montón de mensajes y e-mails de preocupación, y tuve que enfrentarme a algo que durante mucho tiempo había pretendido que no era cierto, por razones que no comprendo del todo. Si me moría, habría personas que sufrirían mi marcha. Por fin reconocí que le importaba a la gente que formaba parte de mi vida, y que tenía la responsabilidad de importarme a mí misma y de cuidarme para que no tuvieran que perderme antes de que hubiera llegado mi hora, para tener algo más de tiempo.