entonces fantaseó con que en algún lugar del universo habría un chico que consideraría aquel momento tan horrible y a la vez tan tronchante como ella y que en algún momento, en un futuro lejano, le contaría esta historia a ese chico. Le diría: «Y entonces él dijo: “Me la pones durísima”», y el chico la agarraría de la pierna y gritaría agónico: «¡Oh, Dios mío, para, por favor, no lo aguanto más!», y se desplomarían uno en los brazos del otro y no podrían dejar de reírse... Pero, por supuesto, tal futuro no existía, porque tal chico no existía y nunca existiría.