Cuando escribas un relato de algo que sucedió de verdad, sobre todo si tú eres el o la protagonista, haz algunos cambios pequeños que, en realidad, no tengan demasiada importancia para lo que quieres contar, y así te resultará más fácil manejar a los personajes. Por ejemplo: añádete o quítate veinte centímetros de estatura, haz que suceda en otra ciudad, pon que tienes un hijo de tres años, cambia el color de tu pelo, invéntate un hermano gemelo, imagina que te falta un brazo o que trabajas de taxista. Los cambios te facilitarán el camino. De ese modo, al escribir tu relato estarás más atento a la verosimilitud de lo que cuentas que a la fidelidad histórica. Los personajes vivos, incluyéndote a ti, son más difíciles de manejar.