Si todo fracasa, en cierta medida, nada lo hace; o lo hace con menos significancia. Aceptar que las cosas terminan ha sido para mí, desde luego, uno de los aprendizajes más duros. Descubrir que ya no llamaré nunca más a alguien, que no descolgará el teléfono o, al menos, no con el entusiasmo con el que acostumbraba, es un hallazgo doloroso. Yo, como cualquier otra persona, creía que el amor no fracasaba. Yo también pensé que el amor todo lo puede, que es para siempre. Pero, al final, con que dure un rato es suficiente. Con un rato me refiero a un instante, unos meses, unos años, unas décadas, toda la vida. Cualquier muestra de amor ya es un éxito. Aunque el amor no es nada excepcional: está y debe estar por todas partes, aunque sea su excepcionalidad la que nos embriague y nos atraiga.