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Lucia Berlin

  • Añita Piñaцитирует2 года назад
    Las mujeres de la limpieza lo saben todo
  • Añita Piñaцитирует2 года назад
    Se burlaban de las palabras y expresiones que yo usaba, y empezaron a usarlas tanto como yo. «La Piña», me llamaban, mofándose de mi pelo, y pronto las chicas se hicieron el mismo corte. «La muy idiota no sabe escribir», murmuraron al ver que escribía en la pizarra con letra de imprenta, pero empezaron a utilizar la misma letra en sus trabajos
  • Añita Piñaцитирует2 года назад
    Y qué podía enseñarles? El mundo que yo conocía no era mejor que el que ellos se atrevían a desafiar
  • Añita Piñaцитирует2 года назад
    autobús. Los sábados voy a la lavandería y luego hago la compra en Lucky’s
  • Añita Piñaцитирует2 года назад
    La mayoría de los escritores utilizan accesorios y decorados de su propia vida. Por ejemplo, mi Henrietta toma cada noche una cena frugal en un mantelito
  • Añita Piñaцитирует2 года назад
    Me está costando mucho escribir sobre el domingo. Plasmar la larga sensación de vacío de los domingos. Sin correo, las máquinas cortando el césped a lo lejos, la desesperanza
  • Añita Piñaцитирует2 года назад
    Envidié a Bella y Cletis, tan enamorados. A Joe yo lo adoraba, pero siempre le había tenido miedo, siempre estaba intentando complacerle. Ni siquiera creo que él me hubiera querido demasiado. Me sentí desgraciada, no tanto porque le echara de menos, sino por cómo habían fracasado nuestros planes y porque todo parecía culpa mía.
  • Añita Piñaцитирует2 года назад
    —Entonces buscaremos un médico aquí. En Texas te pueden salvar la vida y todo lo demás. Simplemente no pueden practicar abortos.

    —¿Y si me muero? ¿Quién cuidará de Ben?

    —¡Bueno, pues yo! Y te prometo que seré una madre estupenda.
  • Añita Piñaцитирует2 года назад
    ¿Y tú qué le cuentas al cura, perra? ¿Que tienes siete hijos y estás sin marido, que has de trabajar en este agujero o morir de hambre?
  • Añita Piñaцитирует2 года назад
    Asentí. Me había dado la mano. Era un consuelo: me moría de ganas de llorar, de que me abrazaran. Ay, qué no haríamos por un poco de comprensión.
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