A mí me dicen algo y lo ejecuto. Así he sido desde niño. No tuve que pensar nada, solo hacerlo. Medía un metro con treinta y ocho centímetros y pesaba menos de cuarenta kilos, era blanco como un vaso de leche, pero avispado y con ganas de trabajar. Me entrevistaron, me dijeron que me iban a probar como mensajero, y como lo hice bien, me contrataron.
Mandado que me ponían a hacer, mandado que cumplía. No decía que no a nada. Recorría a pie las calles de Bogotá llevando unos vestidos enormes y pesados, pendiente de no ensuciarlos ni arrugarlos.
Noted.