Era, pues, la segunda vez que estaban juntos. Ella, probablemente, no había cambiado. Pero él sí. En los diez años transcurridos había aprendido lo bastante como para permitir que ella le enseñara algunas cosas. Él siempre había pecado de exceso de vehemencia. Ella le enseñó el sigilo sexual, la esporádica necesidad de la calma. Quédate así, quieto, mírame, mírame de verdad. Somos una bomba de relojería. Él tenía casi treinta años (su desarrollo había sido tardío, según las pautas actuales). Cuando ella encontró un sitio donde vivir y se puso a hacer las maletas, Clive le pidió que se casara con él. Ella le besó, y le citó al oído: Se casó con ella para evitar su partida. / Hoy la tiene delante todo el santo día. Y tenía razón, porque cuando Molly se marchó él se sintió más feliz que nunca al quedarse solo, y escribió Tres cantos de otoño en menos de un mes.