La memoria es un ente autónomo que, encima, llega sin avisar, por las puras ganas de hacerse presente.
A veces un olor, otras un sonido. Pueden ser ciertos silencios. Los sucesos o los objetos más impensables, y más (aparentemente) casuales, le funcionan a ella. A la memoria.
Si se trata de hacer un examen, la memoria decide tomarse el día libre. Cuando se busca en ella para recordar dónde quedaron las llaves, tiene puesto el cartel de “No molestar”. Pero, si se da el caso de que lo único que deseamos con todas nuestras fuerzas es olvidar, aunque sea solo un poco, la memoria se defiende como gato boca arriba.
La memoria es un ente autónomo, pero se parece a nosotros mismos mucho más de lo que estamos dispuestos a reconocer.