Leslie Kern

Las académicas feministas han trabajado duro para que se reconociera a las mujeres como sujetos urbanos válidos y en algunos sentidos diferentes. Pero estos primeros aportes carecían de un análisis interseccional de la manera en que las relaciones de género se vinculan con cuestiones de raza, clase, sexualidad y capacidad.

geógrafas feministas muchas veces recurrieron a sus propias experiencias para explorar los lazos entre el género y otras desigualdades sociales y la manera en que el espacio contribuye a estructurar los sistemas de opresión.

Lauren Elkin busca reconstruir la historia invisible de la flâneuse

donde sostiene que, en las calles, las mujeres han sido tanto invisibles como demasiado visibles.

¿Por dónde empezar, entonces? Empezar por lo material. La materia del cuerpo. Adrienne Rich hace una lista de las particularidades de su cuerpo —cicatrices, embarazos, artritis, piel blanca, ninguna violación, ningún aborto— a manera de recordatorio de cómo su cuerpo la arraiga en su propia perspectiva y determina así qué puede decir y escribir. ¿Qué me permite mi cuerpo, a mí, decir y escribir?

Insiste en que la reticencia a imaginar una flâneur femenina,

surge de su incapacidad para percibir a aquellas mujeres cuyas maneras de actuar no se acomodaban a sus prejuicios y sus ideas previas.

El aislamiento, el tamaño de la casa, la necesidad de más de un vehículo y las exigencias del cuidado de los niños son factores que siguen expulsando a las mujeres del mundo laboral, o empujándolas a trabajos de medio tiempo y con menores remuneraciones que se adecúan mejor al malabarismo de la vida en los suburbios.

no me queda sino concluir que aquí es el género la diferencia que importa.

EL DESORDEN DE LAS MUJERES