Cada uno estamos en el centro de nuestro propio universo y nuestro universo tiene un interés sorprendentemente pequeño por el universo de la puerta de al lado. Cargados con nuestros temores, hacemos las más extravagantes piruetas para evitar quedar mal ante los demás. Pero, como dice el Corán, si supiéramos lo poco que los demás piensan en nosotros, no nos preocuparíamos por lo que puedan pensar.
Y entonces, para enredar aún más el asunto, añadimos otra falsa asociación: «Si no les gusto no me puedo gustar a mí mismo». Ésta sí que asusta. Pasamos tanto tiempo alimentando la imagen que tenemos de nosotros mismos con lo que piensan los demás, que cuando llega el momento de contar un chiste está en juego todo nuestro ego. Si el chiste se vuelve contra nosotros, el resultado es la muerte. Por eso el cómico de teatro dice: «He muerto ahí fuera» cuando el espectáculo le sale mal. De todas las ideas falsas ésta es la mayor: si fracaso me muero.
Volvamos a analizar todo el bucle una vez más para asegurarnos de entenderlo. Uno abre la boca para contar un chiste pero hay una vocecita que dice: «Cuidado, quizá no funcione». Y entonces otra vocecita responde: «Pues claro que no va a funcionar, y cuando falle, quedarás como un fracasado, un idiota». Y una tercera voz se mete diciendo: «Si para ellos eres un idiota, también lo eres para ti mismo». ¿No es una carga demasiado pesada para un chiste tan pequeño y pobre?
No voy a poder aclarar todas las dudas sobre la imagen que tenemos