Domicia fue uno de los pilares en la formación del joven Marco Aurelio. Ella le abrió las puertas del mundo de la cultura y le supo transmitir las virtudes intrínsecas a todo buen ciudadano romano: la religiosidad, el sentido de lo público, el deber o la austeridad (virtud tan estoica como romana). «De mi madre, la devoción a los dioses; liberalidad para con todos; el abstenerme, no sólo de hacer el mal, sino también de pensar hacerlo; y, además, el ser frugal en la comida y estar lejos de hacer una vida opulenta» (I.3).