Gracias por los libros y la música y las películas y la pintura y el ruido de las golondrinas y el zureo de las palomas y el ronroneo de los gatos. Gracias por los dolores de cabeza que me hacen recordar que tengo una, que soy vulnerable, que soy mortal. Gracias por esta vida a veces hermosa, a menudo terrible e inasible y ajena. Gracias por las auroras boreales, aunque duren apenas unos segundos, aunque donde vivo nunca las veamos. Gracias por el vino tinto y el champán y los zumos de manzana con limón y jengibre.