Servín

Escribir desde la ironía, desde la rabia, el desafío, el desamparo y la deriva. Vivir el aquí y el ahora llevando a cuestas todo aquello. A los autores y músicos que aparecen en este libro los identifica lo azaroso de su vocación, lo insospechado de su reconocimiento público, lo trascendente de su obra desde la heterodoxia.

El ex balneario Olímpico es el único lugar en el DF donde The Ramones podían sentirse a gusto (no los imagino tocando en el Auditorio Nacional). El ataque epiléptico no tardó en comenzar. Las convulsiones de Aquelarre y Yaps hicieron saber a una legión de equilibristas con apariencia estrambótica y alma de bonzo que con tal de no aprender a tocar sus instrumentos, están dispuestos a oírse menos rítmicos que un taladro perforando granito.

Tijuana propone una ruptura temporal y espacial de nuestra percepción del presente y el futuro. ¿Dónde estamos? Una suerte de solipsismo hace divagar las nociones de lo que solemos llamar “realidad”. No sé quién es quién ni me preocupa, sólo busco integrarme al desarraigo colectivo. Horas después el sonsonete Nortec me sigue a donde voy. De la avenida Revolución a la Coahuila y de ahí al Zacazonapan: piquera literalmente subterránea donde Grand Funk, The Doors, tamboras, metales gruperos y narcocorridos marcan líneas de cristal en mi evanescente conciencia de lo que soy en mi trasnochada ruta al aeropuerto con vuelo DF-París y de nuevo DF tres semanas después.

Tijuana no es un infierno, es la tierra prometida a nuestra urgencia de destino

La idealización del rechazo al status quo sigue teniendo en el rock uno de sus estandartes más usados pese a que los hechos demuestran que es sólo otra industria que permite hacer dinero en serio. Ésa es la más grande enseñanza de la Historia: se puede vender la utopía con sentido empresarial sin que nadie se sienta defraudado.

Cuando la identidad de un país está en crisis, el mangoneo de las creencias populares impulsa la idealización de un líder o de una figura del espectáculo. La mercantilización de los sentimientos cumple un papel determinante en la era de la imagen digital. La frivolidad que la distingue impone apreciaciones y juicios insípidos, vanos, improductivos. La apetencia de novedades y escándalos inesperados con los que día tras día se aceita la maquinaria del lucro, crea expectación y morbo entre las multitudes, satisfechas de formar parte del engranaje cuyo eje es la muerte en vivo y en directo, pero asimismo anestesiadas por completo ante el horror.

Qué otras evidencias se necesitan para afirmar que un ídolo se convierte en mito gracias a su muerte escandalosa, porque es una muerte del imaginario popular. Esta adhesión a símbolos mundanos llena un vacío espiritual

La voz que nos canta lo hace con un tono de salmo, con ese aire sobrenatural presente en Vencedor, video que el Vale grabó poco antes de morir. Es un ídolo. Se presenta como tal desafiando al olvido. Como un todopoderoso invade la pantalla hasta un primerísimo plano. Es una aparición milagrosa en la era del culto al morbo y la frivolidad

El talón de hierro, publicada en 1908. Esta afirmación parece olvidar que años atrás Colmillo blanco, El llamado de la selva y Amor a la vida ya le habían otorgado a London el reconocimiento de la crítica, una celebridad internacional gracias a sus miles de lectores e ingresos millonarios por ser el autor mejor pagado de su tiempo. Harold Bloom considera, por ejemplo, que sus mejores relatos, como “Construir un fuego”, “La loba”, “Por el amor de un hombre” o “El apóstata”, superan literariamente en fuerza a sus novelas y a sus obras fantásticas. Aun así, El talón de hierro, su obra más ambiciosa y con una sorprendente visión profética que alcanza nuestros días, se mantiene oculta para el gran público.

Ellroy y DeLillo las renuevan con fuertes dosis de historia social, biografía, documentales y periodismo. Ola de crímenes y Destino: la morgue son colecciones de relatos y piezas periodísticas donde Ellroy desfoga la energía delirante comprimida en sus novelas.

es el inglés Allan Sillitoe, quien en ese mismo año publicó su primera novela, Sábado y domingo (Joaquín Mortiz, 1965), en la cual hizo un vivo retrato de la juventud proletaria británica de la postguerra.