—Pecar nunca me había sentado tan bien.
—¿Te e-estoy corrompiendo, n-nena? —respondí, sin poder evitar esbozar una sonrisa de complicidad.
Mae me trazaba círculos en el pecho con las yemas de los dedos.
—Eres mi mayor tentación, Styx, mi fruto prohibido. Pero te deseo, a pesar de que sea algo condenable o inmoral. Quiero que… —Alzó las cejas mientras buscaba las palabras—. ¿Qué es lo que dicen las mujeres del club? —Arrugó la nariz al pensar, luego sonrió excitada y me miró con esos maravillosos ojos lobunos—. Quiero que me poseas. —Se apoyó sobre los codos mientras sacudía las caderas con ansia—. Quiero que…
Enrojeció y agachó la cabeza. Con un dedo, le levanté la barbilla y la obligué a mirarme.
—Q-quieres que t-te folle, Mae.
Sacó la lengua y se la pasó por el labio inferior mientras asentía.
—Esta noche, Styx, las cicatrices no importan. Quiero que me enseñes cómo es estar con un hombre de verdad. Quiero entregarme a ti en cuerpo y alma.