El autor presentaba la edición italiana de este libro, que tuvo un éxito extraordinario, con estas palabras: Ésta no es una novela. Ni siquiera es un cuento. Ésta es una historia. Empieza con un hombre que atraviesa el mundo, y acaba con un lago que permanece inmóvil, en una jornada de viento. El hombre se llama Hervé Joncour. El lago, no se sabe. Se podría decir que es una historia de amor. Pero si solamente fuera eso, no habría valido la pena contarla. En ella están entremezclados deseos, y dolores, que no tienen un nombre exacto que los designe. Esto es algo muy antiguo. Cuando no se tiene un nombre para decir las cosas, entonces se utilizan historias. No hay mucho más que añadir. Quizá lo mejor sea aclarar que se trata de una historia decimonónica: lo justo para que nadie se espere aviones, lavadoras o psicoanalistas. No los hay. Quizá en otra ocasión.
«Un sutilísimo cruce de historia y fábula, con ritmos excelentemente estudiados... Aquí todo está reducido al hueso, esencial, aéreo» (Paolo di Stefano, Corriere della Sera).
«Un apólogo elegante: un delicado ejercicio de ascesis» (Pietro Citati).
«Un relato insólito, de una luminosa melancolía, hermoso como el encuentro de Kafka y el Aduanero Rousseau en un pueblo provenzal» (Frédéric Vitoux, Le Nouvel Observateur).
«Una empresa a la vez muy difícil y muy seductora que lleva a cabo como jugando, como un sueño, ¡he aquí un artista!... Baricco es un elegido de los dioses» (Pierre Lepape, Le Monde).
«Con su ternura, su erotismo, su despojamiento, Seda es una de las novelas más sorprendentes y conmovedoras que he leído jamás» (Stephanie Merrit, Daily Telegraph).